El Chaco: sequía y abandono
La sequía del Chaco paraguayo, en la frontera con Argentina y Bolivia, no es ni nueva ni azarosa. El deterioro en el medio ambiente produce resultados calamitosos en las diferentes áreas de este característico escenario del Paraguay.
La destrucción de los bosques y de los ecosistemas, acompañada por la contaminación del aire y de los recursos hídricos, genera profundas modificaciones en el terreno y en la naturaleza, que agravan la situación de extrema necesidad de los pueblos del Chaco, especialmente los indígenas.
Más de ocho meses sin lluvias este año han generado la muerte de seis niños indígenas a raíz de enfermedades derivadas de la falta de agua y por el consumo de alimentos en mal estado o sin lavar, además de profundizar la crisis macroeconómica y social que arrastra esta zona desde hace años. Se habla de 6,000 familias en estado de extrema vulnerabilidad y más de 18,000 con necesidades urgentes.
El Chaco está dividido en tres grandes departamentos —Presidente Hayes, Boquerón y Alto Paraguay— en donde se encuentran poblaciones rurales y urbanas. Históricamente, fue una zona inhóspita donde residían sólo algunas comunidades indígenas. El territorio abarcado representa el 60.7% de la superficie del país y consiste en una extensa llanura de 246.925 Km², cuya densidad poblacional es de sólo 0.4 habitantes por Km².
Posterior a la “Guerra del Chaco” con Bolivia (1932-1935), la región se constituyó en un interés estatal, plasmado en la presencia de bases militares y de multinacionales con licencia para explotar el petróleo.
Siguiendo esta lógica y respondiendo a una decisión geoestratégica, el dictador Alfredo Stroessner (1954-89) profundizó las políticas de repoblación del lugar, cediendo las tierras a grupos extranjeros, en su mayoría menonitas provenientes de Canadá. De esta manera, los beneficiaros se convirtieron fácilmente en latifundistas y hacendados. Desde aquellos momentos, estos grandes terratenientes utilizaron impunemente la mano de obra indígena en calidad de servidumbre, mientras que iban avanzando sobre sus tierras.
Acelerada desertificación
La sequía produce un doble circuito negativo: Por un lado, el proceso conocido de devastación ecológica generado por la carencia de agua para riego y alimentación/hidratación de los animales. Estos últimos se ven obligados a emigrar a zonas con bañados o aguadas. Asimismo, el escaso acceso al agua convierte toda la zona en un peligroso y potencial escenario de fuertes incendios causados por las altas temperaturas.
Por otra parte, las sociedades mismas, que han agotado todas las reservas que poseían en aljibes y tajamares, sufren constantemente afecciones por consumir agua “no potable”, y deshidratación en la piel, entre otros males.
César González Parini, ecólogo humano y especialista en el tema, sostiene que uno de los factores que agravan la desertificación del Chaco es el de la producción mecanizada que utilizan las empresas agrícolas y lácteas del área y la destrucción constante del medio ambiente, que genera marcadas alteraciones climáticas.
“La deforestación en el Chaco es de muy lenta recuperación puesto que es un territorio muy árido con vegetación baja y raleada, muy diferente a la región Oriental del Paraguay, que es subtropical”, afirma el especialista.
El entramado social del Chaco demuestra la coexistencia de pobreza extrema y necesidades básicas insatisfechas en el sector mayoritario de los habitantes, y una minoría favorecida, dueña de grandes latifundios y fortunas producidas a costa de la agroexportación, la producción ganadera y la explotación de las clases empobrecidas.
La declaración del “estado de emergencia” el 8 de setiembre en el Chaco por 90 días ha posibilitado la llegada rápida de ayuda. Además de canalizar donaciones de Venezuela y EEUU, el gobierno paraguayo destinó US$5 millones para dicha causa.
El plan de emergencia “Chaco Oicotevé Ñanderehé” (“El Chaco nos necesita”, en guaraní) reúne a distintos ministerios y a las Fuerzas Armadas con el fin de poder llegar de manera eficaz a la población más duramente afectada por la carencia de lluvias. En este marco, los indígenas se muestran como quienes más padecen, puesto que su sistema de autoconsumo de cultivos se ve desmantelado.
Además el acceso al agua de tajamares y aljibes que está en territorios privados y cercados —en los que se prioriza el consumo de ganado vacuno en detrimento del humano— es una ardua tarea. Los cargamentos de ayuda, con víveres y agua para consumo familiar, deben sortear varios obstáculos puesto que no sólo las telecomunicaciones son obsoletas sino que los caminos están altamente desmejorados, lo cual dificulta el traslado.
Si bien la sequía en el Chaco puede responder a un fenómeno cíclico, hay que advertir que éste se ha agravado notoriamente con el avance de la deforestación y de la destrucción de los ecosistemas.
¿Solución con el acueducto?
El presidente Fernando Lugo ha reconocido que “todo es urgente en el Chaco paraguayo” y que es fundamental “repartir tierras y comenzar con la construcción del acueducto”, en referencia al proyecto de desarrollo acuífero en el Chaco ignorado por décadas por los gobiernos de turno.
El acueducto permitiría trasladar aguas desde el cauce del río Pilcomayo, recurso hídrico compartido con Argentina, que en los últimos años ha ido desviando su caudal hacia dicho país.
Al respecto, González Parini ve con beneplácito dicha obra pública para el consumo humano y el aprovechamiento social y comunitario, aunque afirma que la utilización desmedida para riego de sembradíos y producción ganadera provocaría un desastre ecológico.
“Si no cambia el sistema de producción en la región esto va empeorar”, afirma.
Si se quiere mantener un sistema de comercialización orientado al mercado, se debe generar técnicas adecuadas al Chaco, con modelos adaptados a la región como podrían ser el uso de tajamares y aljibes, métodos ecológicos que pueden ser utilizados tanto en la agricultura como en la ganadería, opina.
Según González Parini, la sobreexplotación de la tierra genera un proceso de salinización, debido a la pérdida de la capa orgánica de la parte superior del suelo. De esta manera, la sal alojada en el subsuelo va subiendo. Traer agua de los ríos Paraguay y Pilcomayo podría ser una solución para satisfacer las necesidades de consumo básico, dice.
- Gustavo Torres González y Magdalena López para Noticias Aliadas, 23 de Octubre de 2008.
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