1 oct 2010

Ecuador: una nueva asonada destituyente


Por Pablo E. Chacón y Gustavo Torres

para Política&Medios


La licenciada en relaciones internacionales ecuatoriana María Carola Iñíguez Zambrano conversó con Política&Medios acerca de la crisis política en su país, destacando la gravedad de la situación sobre un fondo más amplio que podría entenderse como reacción a los nuevos gobiernos latinoamericanos, la mayoría de los cuales ya no acepta la hegemonía estadounidense en la región.



A las ocho de la mañana, hora de Quito, en Ecuador, se disparó que un sector de la policía nacional ecuatoriana tenía como objetivo principal al presidente Rafael Correa, un economista doctorado en los Estados Unidos que nunca comulgó con la ortodoxia monetarista sino con un socialismo para el siglo XXI, según lo ha bautizado: una combinación de desarrollismo y distribución del ingreso en un país donde el conservadurismo de las asociaciones indígenas y el poder de fuego policial y militar tienen un peso para nada despreciable.

En ese contexto, con la excusa de un veto a la ley de servicio civil y carrera administrativa, que igualaba -en términos económicos y sociales- a los policías con los demás empleados del Estado, estalló el conflicto en un cuartel policial al que de inmediato concurrió el presidente. La recepción no fue amigable: Correa arengó a los vigilantes que lo gasearon y lo encerraron en el hospital del cuartel. Desde ese momento, la situación institucional de Ecuador entró en zona de peligro.

Iñíguez Zambrano dice que "el levantamiento policial es producto del veto presidencial, que no sólo reduce sus sueldos sino que equipara (a los policías) con los otros agentes del Estado; y también les saca prebendas históricas".

Es decir, "de tener un régimen de trabajo especial pasaron, por ley, a ser funcionarios públicos. Perdieron bonificaciones, vales, toda una serie de privilegios absolutamente extemporáneos. Pero esta es una primera lectura de la situación. Porque muchos analistas suponen que atrás de la policía están los militares". Y atrás de los militares, en América latina, el dominio ideológico es el de los Estados Unidos, presidente demócrata o republicano, da igual.

La especialista no asegura que atrás de estos movimientos, condenados en bloque en todo el mundo, incluso en USA, pueda estar Barack Obama. Pero lo que sí es cierto es que el presidente norteamericano no desarmó la matriz golpista que caracteriza la política exterior de su país (véase Afganistán). En ese sentido, los resultados de su gobierno son desastrosos.

"Es cierto que los militares aparentemente no participaron de la asonada. Pero el aeropuerto de Quito está cerrado, no hay televisión, Correa está encerrado y esos resortes los manejan los militares. Pensemos bien, digamos que los militares no tienen nada que ver. Entonces, pregunto, ¿por qué no dieron señales de vida? Porque no se los vio en ningún lado, salvo algunos, mezclados con los policías", dice Iñíguez Zambrano.

Por cierto, los incidentes no han hecho más que aumentar la popularidad de Correa, un hombre que denunció la existencia de sectores golpistas en la sociedad ecuatoriana, a pesar de sus seis éxitos electorales.

La agencia de noticias Argenpress explica que "en esta historia adquirían ‘primer nivel’ grupos que se identifican con la Unión Nacional de Educadores (UNE), la FEUE (Federación de Estudiantes Universitarios) y el MPD (Movimiento Popular Democrático) que hasta hace poco estaban con la ‘revolución ciudadana’ de Correa, pero que cambiaron cuando el presidente intentó las universidades, hasta hace unos años en manos del MPD, que se identifica como ‘marxista-leninista’".

Entonces, los universitarios coinciden con la policía y otros grupos de la sociedad civil que se "sentirían desprotegidos" al perder los privilegios del llamado "servicio civil". "Es uno de los dilemas que tendrá que tendrá que enfrentar Correa. No se trata de que se vaya sino de que rectifique el rumbo", dijo a P&M el director nacional del MPD, Luis Villacís Maldonado.

Se sabe ahora que el presidente llegó al poder apoyado en un grupo heterogéneo pero sin partido. El socialismo del siglo XXI (que lo acerca al ideario de Hugo Chávez) es de una amplitud vaga pero que ha conquistado el favor de las clases más favorecidas -excepto policías y militares, y a veces, universitarios, un clásico latinoamericano.

El hombre fuerte de la administración Correa es el ministro de Defensa, Javier Ponce, además periodista y escritor; proveniente de las clases altas, su formación de izquierda, al parecer, molesta a más de un funcionario norteamericano. Se lo considera un "infiltrado".

Es el García Linera de Correa

Iñíguez Zambrano no tiene la misma opinión. Contra quienes piensan que la contradicción del presidente ecuatoriano es promover una armonía entre el capital nacional y trasnacional con las demandas ciudadanas, el sector privilegiado del Estado lo pone contra las cuerdas.

"Y mucho de eso puede apreciarse en el trato que los indígenas le dan a Correa. Ellos no quieren saber nada con la explotación de los recursos naturales, sobre todo de la minería. Están absolutamente en contra de la explotación de la tierra, pero se entiende porque se trata de una cuestión ancestral, de la cosmovisión indígena, que hay que decir, no tiene cupo en el mundo de hoy. Pero no es el caso de los policías y los militares. Estos son la avanzada del golpismo hegemónico clásico".

Fuente: http://www.politicaymedios.com/politica/Ecuador__una_nueva_asonada_destituyente_20100930223436.php

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